Planeamos pasar el día en la provincia de Valladolid. Más que pasar nos propusimos comer y, si podía ser, comer bien. La verdad es que no se nos dio nada mal.
Inocentes, tras 20 minutos intentando aparcar, nos dimos cuenta de que el sitio donde nos dirigíamos, la Estación Gourmet, tenía su propio parking.
La entrada y los alrededores no eran especialmente encantadores, pero al cruzar la puerta Marley sonaba de fondo, y la luz era mucho más tenue que la de ese sol picante que relucía a las dos en la capital de Castilla.
Andábamos desorientados, intentado encontrar un buen asiento que nos dejase disfrutar de los manjares que nos rodeaban. La terraza semicubierta fue nuestro sitio. Sofás de mimbre en tonos claros y servicio de terraza. Sí, definitivamente, ahí nos acomodaríamos.
Las cañas de Mahou y las copas de Ribera nos estaban acomodando demasiado. Había que tomar una decisión: levantarse e ir a por el aperitivo completo. Las banderillas me miraron con cara de deseo desde que entré en ese antiguo almacén. No las decepcionaría, y ellas a mí tampoco lo hicieron. No hubo dudas en cuanto al queso, una selección de quesos curados alegró la vista de mis acompañantes. No fue suficiente un solo plato de gambas rojas, tan solo cocidas con sal, no les hacían falta condimentos.
Miré hacia una de esas pantallas que te dicen cuánto queda para que llegue tu tren... ¡Y cuarto! Teníamos mesa a y media; y aún teníamos que llegar Simancas. Las distancias fueron mucho más diminutas de lo que creíamos y en apenas 15 minutos estábamos en La Casa del Arte.
El “no puedes comer más” taladraba nuestras mentes, pero una agradable conversación y un cigarrillo en el romántico patio de ese sitio, nos abrió de nuevo el apetito.
Era una mezcla entre la casa de tu tía más rural y un chillout en Ibiza. Fuera como fuese, era encantador. Una alfombra marroquí y tan solo espacio para unos 30 comensales hicieron del restaurante un lugar íntimo y acogedor. Unas botellas de Tomás Postigo lograron la atmósfera que necesitábamos.
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Variedad de productos en la Estación Gourmet. |
¿Hamburguesa? Sí, eso he dicho. Mi elección fue agradable, no sólo al gusto, sino a la vista también. Pan de pueblo tostado en la base y carne de cerdo poco hecha. Para cerrar el vanguardista plato un rebozado de bacon, patata y queso, que sin duda, quitaba protagonismo a la carne. Tuve la suerte de probar el bacalao a la marinera de mi acompañante, lo que me hizo dudar de si mi decisión había sido la correcta. Endulzamos la comida con la variedad de postres, donde cabe destacar la suave tarta de manzana.
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Hamburguesa y bacalao en "La Casa del Arte". |
Texto y fotografías: Paloma Dios.
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