Uno de los mejores ejercicios que podemos realizar es analizar qué es lo que nos están ofreciendo los medios de comunicación. Vale con leer el periódico o escuchar la radio para encontrar cosas que no se están haciendo bien. Últimamente, mi preferido es la televisión. Aunque también es verdad que, desde hace tiempo, cuando ocurre un hecho de gran relevancia informativa mi reacción es siempre la misma: apagar la televisión. No porque no quiera informarme o no tenga curiosidad, precisamente por el contrario. ¿Qué sentido tiene que se hagan directos cada cinco minutos cuando no se tiene nada nuevo que aportar?
Valga de ejemplo la reciente muerte de Adolfo Suarez. El anuncio de su muerte inminente hizo que los medios se volcasen en una cobertura continua sobre su estado de salud. Pero esta cobertura respondió, en gran medida, en conectar en directo con el reportero que se encontraba en el hospital para que este dijese que no había noticias nuevas. Gran información de valor, sí. Este aporte de gran relevancia se complementaba con frases del tipo “ sabemos que está echado”, "lleva el pijama del hospital”… Creo que no hace falta que diga nada más. No por más conectar en directo somos mejores. Y menos cuando no tenemos nada que decir.
Cuando crees que esto sólo ha pasado esta vez, que ha sido falta de previsión, los nervios ante lo que venía, vuelves a ver cómo se mete la pata. Informativo de la noche. La cadena es lo de menos. Una familia pierde cuatro de sus hijos debido a un incendio en su casa. Trágica noticia. El medio entrevista a uno de los hijos supervivientes sobre lo ocurrido. El chico, entre lágrimas apenas puede hablar. ¿Era necesario hacer pasar ese mal trago a alguien que acaba de perder a sus hermanos? Creo que no. Y menos cuando no tiene nada que aportar.
Seamos críticos con lo que vemos y lo que hacemos. La televisión no es esto.
Texto: Elisa Castaño.
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