Acompañamos al Hermi El Salvador en su desplazamiento a SantBoi con motivo de la última jornada de la fase regular.
Las nueve de la mañana es la hora fijada para la salida del autobús, unos minutos antes los jugadores van llegando y colaborando con el manager en el trasporte del provisiones para el viaje como Powerades, fruta, balones y agua, mucho agua para saciar la sed de los jugadores en un viaje como este.
Cada uno ocupa su asiento, y me refiero a su asiento en posesivo porque la mayoría de los jugadores ocupa el mismo sitio en todos los viajes de la temporada. Por lo menos al principio, después, el aburrimiento y la necesidad de estirar las piernas harán que algunos paseen, que otros estiren, o que algunos estén simplemente de pie porque como afirma Óscar “te cansa estar tantas horas sentado y sin encontrar una postura cómoda del todo”.
Una baraja francesa y unas fichas siempre son un buen entretenimiento y más, en una ruta tan larga como esta. Pero no todos los jugadores optan por este entretenimiento. Algunos intentan dormir desde que empieza el viaje, casi hasta que bajan. Otros se dedican a los trabajos que otras obligaciones, como la universidad, les demandan. El joven estudiante de Ciencias de la Actividad Física y el Deporte, Pelayo Ramos asegura que “nueve horas de ida y nueve de vuelta dan para avanzar muchas cosas de clase si se aprovechan bien”.
Por supuesto, no podían faltar algunas películas del repertorio del chófer, que es uno más del equipo. Jorge es su nombre, pero todos lo conocen como “Puche”, está plenamente integrado en la dinámica del equipo, hasta el punto de que en los instantes previos al partido, ayuda al mánager a colocar todo lo necesario para el calentamiento, a repartir agua entre los jugadores o a recoger los balones que salen del campo en el momento en que se entrenan patadas.
Con impaciencia y cansancio comienzan a oírse las primeras voces que preguntan cuánto queda para comer y es que, además del hambre que tienen los jugadores, “El Español”, restaurante en Bujaraloz, ofrece un buffet libre a sus clientes y los integrantes del equipo lo saben.
A las 16:30 de la tarde salen del restaurante con el destino final en la mente, a tan sólo una hora y media para llegar a Santboi de Llobregat, la mayoría optan por echar un sueñecito para reposar la comida antes del entrenamiento que realizarán nada más llegar. Y efectivamente, antes de pasar por el hotel van al campo a “soltar” después de un viaje tan largo y a ultimar los detalles del partido del día siguiente.
El domingo, el equipo está en el campo 1 hora y 50 minutos antes de que comience el partido. En este rato los jugadores aprovechan para salir al campo y ver las condiciones que este presenta, que no varían mucho de las que presentaba la tarde anterior. Exceptuando que por la mañana lo estaban regando.
Después de un duro esfuerzo, una gran recompensa, han conseguido su objetivo. Un gran paso hacia delante, ganar con bonus y quedar segundos para jugar la semifinal al título de liga en casa, pero sólo es un paso.
Ahora sólo quedan otras nueve horas hasta llegar a casa, pero con la alegría de haber conseguido su objetivo, se lleva mejor. El tacógrafo exige rapidez y a las tres menos diez los integrantes comienzan a caminar hacia el autobús. A las 15 y 15 emprenden el viaje de vuelta con muchas ganas de reír por lo logrado.
Los jugadores están contentos después de un fin de semana duro y de haber conseguido su recompensa. En esos momentos, lo más esperado es el buffet libre y su principal atracción, la fuente de chocolate en la que se han merecido mojar los buñuelos puestos para la ocasión.
Una vez de vuelta en la carretera la mayoría de los jugadores se colocan en torno a las mesas improvisando una tertulia sobre determinados temas relacionados con el deporte o con historias que a cada uno le han ocurrido que intentan provocar la risa en los demás.
Las horas de bus cada vez se hacen más largas y con la noche entrada ya, la última parada obligatoria, a unas dos horas de Valladolid.
Siguen los chistes aunque cada vez con menos ganas y con menos repertorio y más deseos de dormir. Por fin, el bus se detiene en la Plaza de la Universidad, unas 27 horas después de haber salido de allí. 18 horas de viaje y mucho cansancio en los que se bajan del autobús, pero a la mayoría se les escapa una sonrisa por saber que tendrán dos semanas sin jugar en las que podrán recuperarse, aunque sin dejar de entrenar.
Texto y fotografías: Pedro Rodríguez.
@pedritostich
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